El sitio de las abras by Fabián Dobles

El sitio de las abras by Fabián Dobles

autor:Fabián Dobles [Dobles, Fabián]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela social, Literatura costarricense, Novela costarricense
ISBN: 9789968684149
editor: Editorial Costa Rica
publicado: 2013-04-30T06:00:00+00:00


IX

Él había llegado a la casa de Martín, lo había encontrado en el galpón contiguo curtiendo un cuero y después de cruzarse entre ellos unas pocas palabras Villalta le rogó que se alejaran, para no ser vistos de nadie, a dirimir la cuestión. Se prendió un cuchillo mucho más corto que el machete que traía el campesino, y este le dijo:

—Tráigase otro, Villalta. Con ese me lo voy a comer.

—No se preocupe por eso, Vega, que así lo manejaré mejor. Y aquí ñor Espíritu Santo sintió un frío en las entrañas.

Hasta ahora no había querido pensar que no se las iba a ver con cualquier hombre, sino con aquel; la indignación no lo había dejado. Mas entonces comprendió que se hallaba en gran peligro de muerte. Con todo, estaba seguro de no morir.

Villalta caminaba displicentemente.

—Aquí me parece bien –exclamó, deteniéndose en una arboleda.

—Como quiera –le respondió aquel.

—Sin embargo, ñor Espíritu Santo, ¿no cree que sería mejor que antes de comenzar con esta estupidez conversáramos un poco?

—¡No!

Otro que no hubiera estado en el lugar del ñor habría visto en sus facciones cuán honda compasión sentía Martín. Se encontraba allí totalmente a disgusto. No teniendo más intención que defenderse sin herir, deseaba a todo trance persuadirlo de que desistiera, pero, al no poderlo, hubo de sacar el cuchillo.

¡Qué modo de pelear se gastaba ñor Espíritu Santo! Con su filoso machete trazaba curvas que hubieran partido en dos la cabeza de cualquier desprevenido, pero en agilidad el contrincante le llevaba mucha ventaja, de modo que sus tajos silbaban en el vacío o venían a morir en el acero de Martín, que por su parte no atacaba. Y esto arrancaba de su centro al campesino. Paso a paso, después de mucho afanarse inútilmente por alcanzarlo, comenzó a fatigarse. Aquello era como batirse contra un hueco o frente a una roca. El cazador de lagartos también respiraba con agitación; el machete de ñor Vega no le daba descanso.

Fue al largo rato de estar luchando, en un descuido, cuando ñor Espíritu Santo le hirió el antebrazo, aunque no muy profundamente. La sangre apareció y al verla sintió Martín lástima por ella. ¿Podía haber modo más lamentable de desperdiciarla? Y pensó que debía hablarle para ver si cesaba en su ataque. Mirando su sangre empezaba a no sentirse muy seguro de continuar simplemente defendiéndose. Una burbuja de cólera se le iba formando. Comprendía que si aquel campesino tozudo lograba mantenerse en pie unos minutos más, sin dar paz a su machete, él por su parte tendría que atacarlo. Recordaba su promesa a Dolores, pero, y ¿si se empecinaba la sangre en seguir manándole? Quizá se debilitarían sus fuerzas. Dijo:

—Óigame, ñor Vega, ¿no le parece que es bueno ya que terminemos?

—No... Martín –balbuceó agitadamente.

—Acabará por caer de cansancio, ñor.

—Antes le daré su buen filazo.

—No, no, antes se lo tendría que dar yo... Entienda que no quiero hacerle daño... Si lo hubiera querido, ya estaría usted macheteado.

El campesino lo había sabido así apenas iniciado el duelo, y, no obstante, tal era su decisión de cobrar la ofensa, que proseguía peleando.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.